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DEOLINDA AGUIAR

POÉTICA DEL OCULTAMIENTO COMO ESTRATEGIA CRÍTICA

En el contexto de una cultura de la sobreexposición y de la transgresión constante de los límites de la privacidad, que impregna desde hace tiempo no sólo a la vida cotidiana, sino también a las  prácticas del arte contemporáneo, desmarcarse de esos signos epocales e intentar  construir un discurso de soterramientos y opacidades constituye una operatoria arriesgada. Sustraerse de lo explícito, de  lo elocuente, de lo visualmente manifiesto, supone optar por una poética de la sutileza que demanda sus particulares estrategias y procedimientos. La obra de Deolinda Aguiar se inscribe en este modelo  de desafectación de lo evidente y lo inmediato, para concentrarse en la búsqueda de una discursividad oblicua que se apuntala sobre lo paradójico y lo elusivo.

Roland Barthes, refiriéndose a Sade, ha afirmado alguna vez que “la subversión más profunda no consiste forzosamente en decir lo que choca con la opinión, la ley o la policía, sino en inventar un discurso paradójico”. Toda la trayectoria creativa de Deolinda Aguiar se orienta a la producción de esta forma de discurso, un discurso capaz de generar en sí mismo una contradicción, algo que niega un sentido presuntamente objetivo, que socava los márgenes de una visualidad de lo previsible. Para estructurar esta tentativa, la artista se basa de modo eminente en la estrategia del ocultamiento, en los retorcimientos de sentido que le permiten enmascarar para revelar, apagar para desocultar, silenciar para decir. Así, en su trabajo titulado Horizonte de eventos (2019), ejecuta su táctica de encubrimiento sobre una instalación de diversos materiales de comunicación impresos (periódicos, libros, revistas), que son desaparecidos bajo una tela negra, quedando reconocibles únicamente por el volumen generado. Estableciendo un nexo con el fenómeno de atracción  de los agujeros negros, en cuyo  anillo, llamado precisamente horizonte de eventos, las partículas son capturadas, retenidas e invisibilizadas, la artista articula una reflexión sobre las maniobras de manejo y control de  información en las sociedades contemporáneas. Esta estrategia de invisibilización se halla también en una obra anterior, Mil folhas/Mil hojas (2016), una instalación de hojas de papel A4 pegadas en forma de bloques y cubiertas de pigmento negro, recogidas en empresas e instituciones de la ciudad de San Pablo, en la que se reitera la interpelación acerca de la manipulación de informaciones escondidas o disimuladas. Los contenidos velados, elevándose a manera de torre, aluden todavía al poder opresivo de la burocratización, cuyo discurso regulatorio  se torna ilegible e incomprensible.

Otro de los procedimientos frecuentados por la artista se cifra en el choque de apariencias, en la confrontación de realidades que se disfrazan o travestizan bajo estrategias de simulación o velamiento. Su discurso se vuelve fuertemente político en una obra como Estreito/Estrecho  (2018), una video-instalación en la que se explora la situación de los inmigrantes en Portugal, a partir del concepto de talla dorada, una técnica escultórica barroca para cubrir tallas de madera con hojas de oro, creando así una ilusión de lujo y riqueza solo aparentes. El video, estructurado en tres secuencias, en la primera parte muestra un edificio reconstruido, donde el arquitecto ha mantenido la fachada tradicional de azulejos como telón de fondo y edificado detrás una casa contemporánea totalmente separada, algo que no se nota desde el exterior ni desde el interior, creando una brecha entre los dos edificios. En la segunda parte, aparece la artista midiendo la altura, el ancho y el largo de la fisura entre los dos edificios, mientras que en la tercera parte un grupo de inmigrantes se dispone formando una pared humana que ocupa toda la longitud del mismo espacio, con el acompañamiento de un audio de fragmentos de conversaciones sobre el proceso de inmigración. La fachada del edificio aparece como una metáfora de la talla dorada del pasado; a través de este juego de apariencias lo que se denuncia es la brecha que separa e invisibiliza a los inmigrantes que no logran integrarse en la sociedad sin sufrir los traumas del rechazo y la exclusión.

Otras obras se basan en la sustracción y la deconstrucción, procesos que   concurren eficazmente en la conjugación de la experimentación formal y la potencialidad crítica. En este sentido, se destaca una obra paradigmática como Ilha/Isla (2019), una instalación constituida por un conjunto de cables eléctricos que, a modo de columna conectan el techo con el piso de una habitación. Pero esta unión, una vez más, es solo aparente, puesto que, a determinada altura, los cables están pelados y únicamente sostenidos por un hilo.  La ruptura, el desgaste, la revelación de la fragilidad interna de los cables, remiten a la superficialidad y al exceso de canales de comunicación que, en verdad, enmascaran el aislamiento y la soledad que caracterizan la cotidianidad de nuestros entornos hiper-conectados. De igual modo, la intervención crítica sobre la realidad se advierte en A un metro del suelo/A um metro do chao  (2019), donde la instalación de una serie de varas de madera, fijadas al piso, y sosteniendo en su otro extremo algún desperdicio que la artista ha recogido en sus derivas por la ciudad, permite cuestionar una contemporaneidad superpoblada de desechos y  afectada por la lógica del consumo y el inmediato descarte. En otro sentido, la obra se repotencializa por su cualidad paradojal, en la medida en que se propone monumentalizar lo residual y lo efímero.

La radicalidad de estos itinerarios de Deolinda Aguiar deriva del deslizamiento semántico hacia zonas de un cuestionamiento solapado, pero al mismo tiempo incisivo, que se resuelve en un lenguaje críptico, deconstructivo, que pretende confrontar imaginarios unívocos para  desacomodar las rutinas de la mirada. Su poética de ocultamientos le permite descorrer velos y desmontar dispositivos de silenciamiento, operando desde una posición oblicua, de una opacidad deliberada, desprovista de estridencias, aunque de una ineludible voluntad crítica. La búsqueda de la artista, por vía de esta poética de lo mínimo, de lo deconstruido, de lo velado, se resuelve en una obra consistentemente implicada con su contexto, que nos golpea con la fuerza de una sobriedad lúcida y descarnada.  

 

 

Silvio De Gracia (Junín, Argentina). Artista visual y de performance, investigador y curador independiente. Publicó textos teóricos en los libros Prácticas artísticas e imaginarios sociales (2014); Utopías de la proximidad en el contexto de la globalización (2010); Integración y resistencia en la era global, (2009); entre otros. En 2009 y 2012 fue conferencista invitado en el Evento Teórico de la Bienal de La Habana. Entre sus curadurías se destacan: La persistencia del cuerpo – Rastros del Arte de Performance en América Latina, EAC Espacio de Arte Contemporáneo, Montevideo, Uruguay, 2018-2019; Elías Adasme, El arte debe ser ineludible, Galería Isabel Aninat, Santiago, Chile, 2018; Rebeldías de la carne, Festival de Arte Acción de Cuenca, Ecuador, 2015; Cuerpos en disidencia, Venice International Performance Art Week, Venecia, Italia, 2014; e Insurgencias urbanas, Document Art, Buenos Aires, 2013.

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